Nos tenemos

Un embrión crece y se transforma en niño cuando su madre está disponible. Esto es, lo lleva en ella, con ella, mientras él la necesita. Nace. Su condición de necesitado convoca a su madre a estar disponible. Esto es, sostenerlo, mirarlo, alimentarlo, hacer para él, hacia él. La disponibilidad de la madre también la convierte en necesitada. De otras mujeres, del padre, de la vecina, del grupo de mamás. Necesitada y disponible, la madre avanza criando a su hijo necesitado. La disponibilidad del bebé conlleva indefensión. Es la disponibilidad de alguien que se deja hacer, se deja llevar, se deja alimentar. Porque solo no puede nada. No llega a ser confianza. Aunque se va a transformar en confianza básica si hay una madre “suficientemente buena”. Unos meses después, confiará en que su mamá enseguida viene. Todavía no lo sabe. En su experiencia todavía no hay “alguien distinto de mi”.

El bebé está disponible desde su pobreza. Solo tiene lo que otro esté dispuesto a darle. El bebé es pura vida y pura espera. Después de mamar, saciado, dormido, parece que tuviera todo lo que necesita. No hizo nada para eso. Solo necesita y alguien esta disponible para él.
Así por muchos años. Con algunas variantes. De la edad, del contexto, de la cultura.
La figura del disponible y el necesitado, nos constituye como seres humanos. Necesitado se nace. A estar disponible se aprende.

Nuestra disponibilidad se va haciendo conciente en la medida que aprendemos que hay “otro distinto de mí” y que mi encuentro con él tiene un efecto. Así disponemos hacia otro nuestra presencia, miradas, palabras, silencios, gestos, nuestros bienes materiales y espirituales. Podemos hacernos los distraídos. Inventar algo que sirva mientras tanto. Compartir. No tener para que otro tenga. La disponibilidad es para que cada uno la administre. A conciencia.
La necesidad también se va haciendo conciente. Aprendemos a dar las gracias. A reconocer lo dado. Empezando por la vida. Lloramos para pedir. Nos enseñan a pedir por favor. Nos dan más de lo que necesitamos. Nos parece obvio pedir y que nos den. Nos parece obvio que el otro esté disponible. Nos enseñan a arreglarnos solos sin pedir. Nos olvidamos que hay que pedir. Nos creemos capaces de todo. No soportamos necesitar y no tener. Aquel estado de indefensión, aquella necesidad de otro disponible, fundante de la naturaleza humana, toma diversas formas.

Uno puede complicar la necesidad y la disponibilidad todo lo que quiera. Lo que tenemos que cuidar es que no se pierda lo que nos hace humanos.
Que el necesitado y el disponible alcancen un encuentro. Que se alternen los lugares para que el necesitado y el disponible jueguen un lugar y el otro según la circunstancia. Que no sea obvio. Que el movimiento del necesitado y el disponible nos recuerde que la ronda de la humanidad es eso. Una ronda de seres humanos. Necesitados y disponibles. A la vez.

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