Cuando no se ha aprendido a gestionarla, las personas reaccionan:
Apartándose, escondiéndose, guardando secretos,
Avanzando, buscando calmar y agradar.
Enfrentándose, ganando poder sobre los demás, agrediendo, publicando en la web.
En “Los dones de la imperfección”, Brené Brown dice que la mayoría de nosotros utilizamos todas estas estrategias, dependiendo del motivo y las personas implicadas. Todo esto nos separa de nuestra historia. Es decir, con esto nos defendemos. La sensación del avergonzado es “valgo poco”. Cuando se admite la propia historia se acepta que se es imperfecto. Para no tener miedo de no ser suficientes tal cual somos, tenemos que admitir nuestra historia.
“Se puso colorado”. Es una emoción que nos inunda. La sentimos en el cuerpo. Calor en la cara, boca seca, el tiempo se ralentiza. Una gran sensación de insuficiencia.
Igual que con otras emociones, qué conviene hacer? Regresar a nuestra estabilidad emocional. Respirando, enderezando la espalda, quizás diciendo un mantra, cada uno sabe cómo rescatarse. Eso nos evita actuar impulsivamente nuestra vergüenza.
La imagen que elijo para seguir reflexionado es “arrinconado por la vergüenza”. Me miro ahí. En quién me convierto? Cómo me protejo? Qué hago para gustarle a la gente? Así vas conociendo tus reacciones de avergonzado.
Qué es lo más valiente que podrías hacer por vos cuando te sentís chiquito y herido? Quizás elegir a quien contarle tu historia. Sentarte con alguien que te quiera en tu fortaleza y tu debilidad, que acepte tus imperfecciones sin juzgarlas .
Te das cuenta? Tu pertenencia está intacta.
Cuando así lo hemos vivido en casa siendo niños, es probable que hayamos aprendido a gestionar nuestra vergüenza sintiéndonos merecedores de amor y pertenencia. Si no fue así, hay que empezar de más grandes.
Y siempre, siempre, siempre que algo nos haya avergonzado, hay que despedirse de esa experiencia haciendo algo valiente.
