La afirmación personal

En La afirmación personal, de Harriet Lerner, encontré una guía para no convertirme en una protestona. Soy la responsable de mantener esas mismas pautas de las que me quejo. Claro, hay que entrenar esto y lleva un tiempo. Creo que me animo.

La afirmación personal Harriet Lerner. Capítulo 9

Cuando algo es importante para usted, hable.

Es evidente que no tenemos que enfrentarnos personalmente con cada injusticia y motivo de irritación que se nos presente. Dejar pasar algunas cosas puede ser simplemente un acto de madurez. Pero es un error guardar silencio si el precio que pagamos por él es sentirnos amargados, resentidos o desdichados. Cuando no nos decidimos a tomar una actitud respecto de cosas que son importantes para nosotros, estamos lesionando a nuestra persona.

No golpee cuando el hierro está caliente.

En algunas relaciones, una buena pelea despejará la atmósfera pero si su objetivo es cambiar una pauta establecida, el peor momento para hablar puede ser cuando esté nervioso o enojado. Si en mitad de una conversación siente que empieza a exasperarse, siempre puede decir que necesita un poco de tiempo para pensar con tranquilidad y proponer que se fije otro momento para seguir hablando del tema. Poner temporalmente distancia no es lo mismo que retraerse con frialdad o provocar un distanciamiento emocional.

Tómese tiempo para pensar en el problema y para aclarar su posición.

Antes de decir nada, hágase las siguientes preguntas. ¿Qué hay en la situación que me provoca enfado? ¿Cuál es aquí el verdadero problema? ¿Cuál es mi posición? ¿Qué quiero conseguir? ¿Quién es el responsable de qué? ¿Qué es específicamente lo que quiero cambiar? ¿Cuáles son las cosas que quiero hacer y las que no quiero hacer?

No use tácticas que impliquen golpes bajos.

Entre ellas se cuentan: recriminar, ordenar, advertir, interrogar, ridiculizar y sermonear. No humille ni rebaje a otra persona.

Hable en primera persona.

Acostúmbrese a decir: “Pienso que….me temo que….siento…..quiero que…” Un enunciado expresado auténticamente en primera persona dice algo de nosotros mismos sin criticar ni recriminar a los demás y sin responsabilizarlos de nuestros sentimientos ni de nuestras reacciones. Esté alerta a los “seudoenunciados” en primera persona, o enunciados en segunda persona “disfrazados”, como por ejemplo “pienso que tú eres controlador y egoísta”.

No formule peticiones poco claras.

“Quiero que seas más sensible a nuestras necesidades”. En cambio haga saber explícitamente a la otra persona qué es lo que usted quiere. “En este momento, la mejor forma en que puedes ayudarme es escuchar, simplemente. Por el momento no quiero en realidad ningún consejo”. No espere que los demás se anticipen a sus necesidades ni que hagan cosas que usted no les ha pedido. Ni siquiera las personas que más nos aman son capaces de leernos el pensamiento.

Procure entender el hecho de que la gente es diferente.

Empezamos a dejar atrás la confusión en nuestras relaciones cuando reconocemos que existen tantas maneras de ver el mundo como personas hay en él. Si lo que a usted le preocupa es quién tiene “la verdad” es muy probable que esté apuntando lejos del blanco. Las diferentes perspectivas y maneras de reaccionar no quieren decir necesariamente que una persona “tenga razón” y la otra “se equivoque”.

No participe en discusiones intelectuales que no llevan a ninguna parte.

No gaste sus energías tratando de convencer a los demás de que la posición correcta es la suya. Si la otra persona no está de acuerdo con usted, limítese a decir: “Pues aunque a ti te suene a locura lo que yo siento es esto”. O “entiendo que no estés de acuerdo, pero es que partimos de puntos de vista diferentes”.
Reconozca que cada uno es responsable de su propio comportamiento. No eche la culpa a la nueva esposa de su padre por la falta de intimidad que hay entre usted y él. Si quiere sentirse más cerca de su padre, es usted quien tiene que buscar una manera distinta de abordar la situación. Y el comportamiento de su padre es responsabilidad de él, no de su mujer.

No le diga a otra persona qué es lo que ella piensa o siente (o debería pensar y sentir).

Si ante un cambio que usted hace, alguien reacciona enojándose, no critique sus sentimientos ni le diga que no tiene derecho a enfadarse. Dígale más bien: “Entiendo que estés enojado y tal vez en tu lugar yo también lo estaría, pero he pensado mucho en este asunto y esta es mi decisión.” Recuerde que el derecho de uno a enojarse no quiere decir que haya que recriminar al otro.

Evite hablar en nombre de un tercero.

Si está enfadada por el comportamiento de su hermano, no le diga: “Creo que la niña se sintió muy mal porque no viniste a verla en la representación de la escuela”. Diga más bien “Me decepcionó que no vinieras. Tú eres importante para mí, y realmente hubiera querido que estuvieras presente”.

No espere que de una confrontación rápida y pasajera resulten cambios.

En las relaciones de intimidad, los cambios se producen lentamente. Por más pequeño que sea el cambio que usted haga, la pondrán a prueba muchas veces para ver si realmente “la cosa va en serio”. No se desanime si se lleva más de un chasco cuando intente llevar su teoría a la práctica. Quizás se encuentre con que todo empieza muy bien, pero después usted misma lo echa a perder cuando las cosas se ponen difíciles. Descarrilar es simplemente parte del viaje, así que tenga paciencia con usted misma. Ya tendrá muchas oportunidades de volver a los rieles…y de intentarlo otra vez.

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